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BREVE ELOGIO

Contemplar, recolectar y proyectar

Un paisaje mediterráneo, estación seca prolongada con precipitaciones invernales, presencia de arbustos de mediana altura, espinales, hierbas, lomas, una variedad de aves reconocibles como el chincol, la codorniz, la loica, la perdiz, el picaflor, la tórtola y el zorzal. Un paisaje fundido en escombros, plásticos, desechos, antenas y personas. Un lugar cansado y sumergido en la ciudad, un lugar terrible contrario a lo natural. Ese paisaje podría ser mi paisaje de origen; ese paisaje es una descripción de mi entorno; ese paisaje es o tal vez fue parte del valle del Aconcagua, lugar en el que he vivido intermitentemente por 26 años.

Desde temprana edad me he dedicado a contemplar el paisaje, siempre expectante de lo que mi vista me entrega, observando desde las ventanas en movimiento el encuadre pasar; de cierto modo, el contemplar se transformó en un refugio. A partir del 2009 comencé a visitar distintos lugares naturales para desconectarme de la ciudad, pero con el paso del tiempo estos sitios han sido contaminados por “desechos”, muchas veces objetos de grandes dimensiones dados de baja. 

Estos objetos comenzaron a ser parte del paisaje, a estar físicamente pero ausentes en presencia del resto. Poco a poco comencé a husmear entre estos objetos como quien va al baratillo a fin de mes; desde pequeño me fascinó la recolección de objetos en mis viajes. Finalmente, en el 2019, decidí profundizar en este acto de exploración y acompañarlo del registro, dando origen a tres momentos: contemplar, recolectar y proyectar. A esto lo he llamado Breve Elogio. 

Contemplar es poner atención en algo material o espiritual. Es también tener presente algo o alguien a quien deseamos complacer, ya sea por interés o por respeto. También es ocuparse con tal intensidad en el pensar de un Dios y considerar sus atributos divinos, aproximándose a la adoración. Pero ante todo contemplar es más que un acto o acción, es un ambiente u experiencia, donde me posiciono frente o en el lugar; para luego distanciarme de dicho momento. De tal modo se torna una experiencia sensorial y analítica, logrando entablar una relación con lo “contemplado”.

Recolectar viene del recoger, reunir, retomar. Cómo recoger los frutos de una cosecha, o reunir cosas o personas de diversas procedencias. Es también agrupar o juntar, cómo recolectar fondos para una causa o espectadores para una conferencia. Contiene el colectar junto al prefijo re- (hacia atrás), es decir una vuelta atrás o una mirada hacia atrás.

El recolectar es parte consecutiva del contemplar, es decir “contemplo luego recolecto”; parafraseando a Descartes. Al igual que la contemplación, es más una experiencia que una acción. Es mediante la recolecta que penetro la distancia entre lo contemplado y mi persona, esta acción performática y ritualista abre paso a la imagen cultual; registro fotográfico. De este modo el registro es considerado como una recolección de imágenes.

Finalmente se da espacio a la proyección, consecuencia del proyectar algo; comúnmente una imagen lumínica en una superficie. También es utilizada en el psicoanálisis para atribuir en otra persona defectos o intenciones que alguien no quiere reconocer en sí mismo. Aunque la palabra proyectar viene de proiectare (lanzar adelante), dicho origen se acerca al proyectar frente a uno la imagen, en este caso, posicionarnos frente al fata morgana.

En un inicio voy al encuentro del paisaje, el objeto y la mirada. Luego me distancio, me aproximo, reflexiono y construyo a partir de estos encuentros. Algo similar al gesto de L’objet trouvé, pero centrando la atención en la ausencia del objeto olvidado u obviado, preferentemente ausente. 

El encuentro se produce en vertederos clandestinos, estos lugares en los que la gente comete el acto de desechar su “basura” de manera desapercibida e indebida. Intentan olvidar el crimen y seguir. Los objetos, aquí, tienen historia. Son lugares llenos de memoria y olvido.

En El encuentro y su veladura registro el acto de ir al lugar en busca de estos encuentros, paisaje y recolección de objetos. Como en Les Glaneurs et la Glaneuse de Agnès Varda (Los Espigadores y la Espigadora), una exploración de los desechos de la sociedad, entre los escombros de la memoria abandonada para reutilizar el olvido (la memoria como el objeto y el olvido como su ausencia).

Al espigar imágenes, impresiones, emociones, ahí no hay legislación, y en sentido figurativo espigar es una actividad mental. Espigar hechos, actos, hazañanas, espigar información y como no tengo buena memoria, lo que espigo resume mis viajes.
Agnès Varda

Luego de trabajar con estos objetos extraídos del “vertedero de memoria”, dibujarlos, replicarlos, ocultarlos y transformarlos, decido velarlos. Con ese gesto, intento volver a visibilizarlos /hacer aparecer mediante el cuerpo velado, es decir reincorporarlos mediante una especie de ausencia.

Así surge Una mirada al objeto ausente, donde tomo un objeto moribundo y lo reintegro o mejor dicho, lo pongo en evidencia y además intento generar o insinuar otros múltiples objetos, aprovechando la veladura. 

Existe un juego entre lo visible y lo no visible, un tiempo que depende del cómo miramos y qué es lo que queremos mirar u observar.

Siempre que mi destino es reconocer un lugar tiendo adaptar la mirada al espacio; en lugares baldíos y desolados primero reconozco la magnitud del lugar mirando los horizontes, para luego reducir mi mirada por donde marcho, en ese acto comienza mi diálogo con el sitio y se integra al juego “el azar”. En edificaciones abandonadas inmediatamente me interiorizo con el lugar analizando sus muros, sus cielos, su esqueleto sostenedor (quizás por miedo al derrumbe) y nuevamente comienza el encuentro azaroso entre mi persona y el espacio arquitectónico con sus inquilinos.

De mis exploraciones, lo que más recuerdo son mis encuentros con objetos misteriosos, un tanto extraños al entendimiento, quienes me hacen cuestionar su pasado y su estado.

¿Qué son?                                                ¿Qué fueron?

Objetos en su mayoría desplegables, para mí, cadáveres de lo que fueron.

El recorrido de Breve Elogio parte desde la observación y contemplación inocente, atravesando la recolección y desencadenando en la proyección, donde el objeto ya no es mi modelo, sino el insumo. Comienza la fijación por el reflejo, se crea una ficción de la realidad, es posible ver lo real a través de su reflejo.

En mi caso el reflejo se vuelve cuerpo, pero más bien un cuerpo suspendido, una masa visible al igual que una nube.

Tenemos la pérdida del cuerpo pero el aparecer de la imagen. Una imagen sutil, etérea, con una densidad vaporosa, una imagen en tránsito a la pérdida, una imagen que da la impresión de desintegración, de un objeto a punto de desaparecer. La denomino: imagen frágil.

Un espejismo es un reflejo de espejo sobre un objeto que existe y puedes ver, pero no tocar.
Herzog.

Al igual que Herzog me he admirado por la ilusión de la imagen, en mi caso el reflejo del objeto. Pero a la vez re-encantado de la fragilidad de la imagen.

El punto de partida nace desde una exploración escultórica hacia los modelos desechados del uso diario (verduras, frutas, bolsas de té, pan, migas de pan, etc.) y un cruce con Breve Elogio. El acto de contemplar el cotidiano y sus desechos es equivalente a la búsqueda del valor de culto que busca el proyecto, de esta manera comienza la fijación y deseo fotográfico de registro por estos modelos-objetos implícitos del día a día. El procedimiento culminó en el reflejo del objeto, el cual contiene lo efímero del mismo, y a la vez la ilusión e insinuación de este.

El holograma es una imagen tridimensional creada a través del uso de un láser. El láser permite la grabación microscópica de una película fotosensible: cuando entre dos haces de luz se produce una interferencia, se puede reflectar la luz de uno de los haces en el objeto.

En tal caso la serie, Objeto nada discernible es más cercana a una imagen tridimensional, ya que esta se genera solo por la refracción de la luz. 
Mediante la construcción de una prisma (dispositivo holográfico), se logra crear una imagen tridimensional con el empleo de la luz. El metacrilato (material utilizado, pvc, plástico) actúa como reflector de luz, y la interferencia que se produce entre dos haces de luz coherentes hace posible que la luz de uno de estos se reflecte en la pirámide. Al recibir una luz puntual desde el centro del smartphone, proyecta una imagen en tres dimensiones, procesadas e iluminadas de manera precisa, las imágenes pueden aparecer saliéndose de sus límites, hacia fuera o hacia dentro del marco.

Que la imagen desenlace en el holograma logra contener tanto el abandono del objeto escultórico físico, el retorno del objeto ausente y el desplazamiento de la imagen hacia un soporte ilusorio (fata morgana).

De este modo el objeto en sí, no es más que un espectro de él.

***

Breve elogio es un ir y venir, donde existe el valor de culto hacia la imagen enigmática, un objeto existente y olvidado, incluso en ocasiones no visible. El enigma del qué será, en torno a la ilusión de su silueta, del contorno de su forma bajo la veladura, bajo el manto. Pero también  sobre la ilusión de su pigmento, del reflejo efímero que insinúa una masa pero evidencia un color. En ambos casos imágenes frágiles y latentes. Una imagen pensativa cargada de ambivalencia, propia de la experiencia frente al f ata morgana. Una imagen que abandona la pasividad y se desplaza del formato tradicional, que comienza a ir desde lo abstracto hacia lo concreto.

Abel Vásquez A.
 

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